Entre tantos otros el que observé con atención fue el de escribir películas con la profesora Paulina Bettendorf, una profesora muy particular, de unos 1.60m aproximadamente, pelo ondulado castaño y ojos marrones tirando a verde.
Al comenzar a hablar, noté su extraña voz, con una acentuación sumamente rara, la forma de presentar el taller era a su manera, tal cual como es ella. Hablando con voz fuerte y gruesa, expresando las medidas y razones de su taller.
Presentándolo como un taller fantástico, en el que se iba a soñar, volar y charlar sobre todas nuestras inquietudes (palabras textuales de ella). Una vez elegido el taller se debía cursar hasta fin de año respetando todas sus condiciones.
Una de las primeras clases practicábamos lecturas muy intensas y agotadoras, había un clima cálido, el ventilador encendido, las ventanas abiertas y los pocos alumnos de la clase frustrados con la temática de esta profesora. Todos nosotros esperábamos otra cosa, una clase más dinámica, más activa o menos pesada.
Continuando con las clases comenzaban a ponerse más densas, las palabras se hacían más largas, los párrafos infinitos y las letras mas chicas. Los segundos pasaban y la voz gruesa de Bettendorf retumbaba en los rincones del aula, hacía eco en nosotros, rogando el fin de año y terminar esa pesadilla.
Relato en una historia real, de Darío Daicz.
Muy buena crónica, cómo arranca de comienzo a fin, tiene un aire de cuento.
ResponderEliminarLas descripciones detalladas y, la diferenciación de lo que era el taller explicado por la docente y el taller llevado a la práctica, contextualiza el relato.
Rescato el macizo nocaut de la palabra "pesadilla", impecable.
Eso sí, muy flojo el nombre en relación a lo rico del texto, daba para más.
La seguimos en clase.
Emiliano.-